Hoy se ha publicado el “
II Informe: La Mujer en riesgo de exclusión en el mercado laboral “ de la
Fundación Adecco, en el que se analiza la situación laboral de las mujeres que
tienen una edad superior a 45 años, (@másde45) prestando especial atención a aquellas que,
además cuentan con un certificado de discapacidad. Respecto a las mujeres con
diversidad funcional me referiré próximamente.
En este caso, me centraré en la
incorporación de las mujeres de más de cuarenta y cinco años al mercado
laboral, en sus dos variantes: como trabajadoras y como desempleadas.
Según los datos de la Encuesta de
Población Activa del 2014, en 2014 se crearon 433.900 empleos netos en nuestro
país, y el 81% de los mismos fueron para mayores de 45 años.
El 42% de dichos empleos fueron empleos femeninos y del total de empleos
femeninos, el 94% fueron cubiertos por mujeres de más de 45 años.
Estos datos son especialmente
importantes si tenemos en cuenta que el 7 de cada 10 mujeres con más de 45 años
llevan más de un año en paro y de 6 de cada 10 supera los 24 meses. En
definitiva, nos encontramos ante una cronificación del desempleo y, por tanto, ante riesgo de exclusión social, no sólo de ellas
sino también de sus familias, en especial, hijas e hijos a su cargo.
Tal y como señala el informe,
estos datos hay que ponerlos en relación a la población inactiva. De manera que
se ha producido un descenso significativo en cuanto a las mujeres inactiva.
Así, desde 2009, casi un 13% de mujeres se han incorporado al mercado laboral,
la mayoría al desempleo. Esto se produce ante la falta o disminución
significativa de recursos económicos en las familias, de manera que las mujeres
tratan de incorporarse al mercado laboral para solucionar esta situación y, ante situaciones límites, la
incorporación es “a lo que salga” y, por
tanto, hablamos de precariedad laboral.
Desde el punto de vista
empresarial, el informe señala que se trata de contrarrestar “la marcha de
profesionales jóvenes que acaban de contratar y que se van en busca de mejores
condiciones”. En definitiva, se trata de
una política de recursos humanos donde los bajos sueldos priman en la
competitividad empresarial y por tanto,
poco tiene que ver con el desarrollo de políticas de recursos humanos donde se
lleve a cabo una gestión eficaz de la edad y se considere el despilfarro que
supone prescindir de una mano de obra formada y cualificada.
En esta situación, ¿Qué pasará
cuando la crisis económica pase? ¿Estas mujeres seguirán trabajando o volverán
a la población inactiva? En la medida en que esto último no se produzca, quizás
estemos hablando de un paso más en la igualdad efectiva de mujeres y hombres
porque no podemos olvidar que tener un empleo supone un paso más en la
autonomía de las personas y, por tanto, en su desarrollo personal y
profesional.